Palpitan los párpados sin sonido,
por desabrigarte del sueño,
sin quererme dormido,
y mis venas recorrido y desacuerdo.
Y yo, dueño de la nada,
de balcón revertido,
lubrico mañanas
con aceite y destino.
Lastrar la vida despierta,
no más vueltas, girar sin veleta,
desechando poesía en tu envés
y arrodillar el deseo, de seda,
que ya no ves.
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