miércoles, 15 de mayo de 2013

DESTIERRO

Maldita la endeble mano
que guía a nuestro Díos sus días,
y malditos mis hermanos,
fruto y flor de su osadía.

 En su andar no hay nada raro,
ni en sus manos mugre fría,
sólo hay broza entre los cascos
 y sudor en sus heridas.

Tristes sus ojos cantan,
pero cantan de mi agrado,
el viento y la sombra arramplan,
cosiendo a ratos su regazo.

Sus rostros de agua templan,
cuando clavan mi tejado,
los cimientos lloran piedra,
recordando sus pecados.

El búho la rama sostiene,
de la noche el mismo árbol,
hecho de magia y de nieve,
la luna lo encorre despacio.

El hogar es de arena
la lluvia es cristal en pedazos,
las raíces me lo cuentan,
si me arrancan me desgajo.