martes, 28 de diciembre de 2010

Me subyuga la cruel intensidad poética del choque entre las fuerzas opuestas que convergen en la expresión "tu puta madre"

Supongo que hay que tener mucha jeta para apoyarte en tus convicciones, mirar a tu alrededor y pensar esto no me gusta, esto es una mierda. 

La época del estrés se ha ido; el tiempo como realidad casi palpable se ha esfumado, ahora está presente como un parásito en el subconsciente colectivo. El silencio como significante ha perdido su significado, un recurso violado, manipulado, pervertido, sobeteado como asediado por una jauría de babosos. El silencio, al contrario de la que es intención común ahora, ya no hace, por mucho que con ello se especule; el silencio resume aquella idea que no alcanzamos, no por inexpresable sino por desconocida. 

Hey, todo esto puede ser mentira a la vez que yo lo siento verdad. Lo maravilloso de la subjetividad, ¿quién me va a juzgar, no? Mis reflexiones pueden ser fruto de no reflexionar y  en mi derecho... no, en mi deber queda dar salida a mi expresión con la mitad de lo necesario, jugar con los huecos que relleno y los espacios de mí mismo que dejo vacíos. Porque mi tiempo es parco en palabras, la calidad en que lo empleo está innegablemente asegurada y supone una irresponsabilidad desperdiciarlo en ideas consistentes. Mejor las acumulo y me convierto en la persona que quiero ser, definida más por la inexactitud de lo no expresado, la vitalidad de mis apariencias, ese profundo jardín de mi mente que nunca he osado pisar. Son los demás quienes han de admirarse con sus detalles y ay de ellos si se equivocan al concebirlo. Solo un ciego no apreciaría su fertilidad, de sutiles matices por lo trascendente, de casi volátil presencia por lo casi imposible de expresarlos. Es un malnacido quien se atreva a burlarse de su fragilidad teniéndola por inconsistencia y de su ligereza cuestionando su presencia.

En este mundo, la obscenidad es suponer que lo difícilmente visible quizás en realidad sea solo involuntariamente inexistente. Supongo. 


P.D.: La vacuidad es premeditada, protectora y necesaria.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Son de emisión

1º Capítulo: La Escaramuza


La noche sonreía y se removía,

-Ahora os odio-

Se repetía Szinka mientras huía hacia casa, el rudo frío traspasaba sus vestiduras en un caminar acelerado y seguía, pese a todo, buscando ese atisbo de complicidad o aquellas palabras de amparo en cada mirada que le regalaba la gente que galopaba en aquella calle desierta.

Attila recorría aquella avenida desenfadadamente, con la seguridad propia de su naturaleza. Había decidido tranquilamente marchar de aquel bar sin avisar, era consciente de que el grado de bienestar de su psique podía depender de aquello. El alcohol y las luces actuaban hoy como enemigos, era tan solo capaz de ver instintos saltando por los aires mientras chocaban con la música electrónica, veía al ser humano en plena posesión de su libertad, degradada e insincera. Era una pena que hoy no fuera una de esas noches en que el ambiente había sido de su agrado y haber podido disfrutar enormemente sucumbiendo en la lujuria. Dejó de lado aquellos recurrentes pensamientos conforme veía acercarse trotando una figura que le hizo concentrarse en un asunto que le tenía preocupado desde hacía un tiempo. Otra vez, como tantas noches desde hacía aproximadamente dos meses llegaría solo a su piso, con sensación de insatisfacción y habiéndose autonegado al disfrute de las delicias de nuestra raza.

Un embrujo en aquel aire helado o una conjunción de todas las moléculas que facilitan el atrevimiento le impulsaron a decidir que esta era la noche, aquel el lugar y ella la afortunada.

- ¿Crees que uno de los baremos para medir la profundidad de una persona podría ser la cantidad y cualidad de sus dudas?

- Sí, pero sería muy difícil construir un baremo de cada persona.

- No excesivamente, si sabes y quieres hacerlo.

- También se podría medir esa profundidad según la manera en que es acorde su comportamiento a sus principios o a lo que dice que son sus principios.

- Pero eso es más variable, los principios actualmente no están tan definidos a grandes masas como antes o como en otras partes del mundo.

- Pero hay principios que deberían venir definidos directamente por las necesidades intrínsecas del ser humano, solo por las alabables claro. Además a lo que me remitía es a si crees en algo como principio y a partir de ahí, llevas a cabo la acción o no. Por ejemplo si te preocupa el medio ambiente o si dices que te preocupa y después tus actos lo perjudican, tu profundidad como persona es menor.

- Pero estos convencimientos entran muchas veces en contradicción con lo que te conviene o a lo que estás acostumbrado. En el mundo occidental los principios podrían venir dados por aquello que concebimos como bienestar y como particular.

- Te podría poner una excepción a eso, no me sale perfecto pero comiéndome el puto frío sigo bajando en bici a la Uni, no es para alabar, sé que no cambio nada pero me siento a gusto conmigo misma.

-¿Y cómo combates la comodidad?

-Es cuestión de paz interior

-“Un corazón que se autolesiona para solucionar los padeceres de la humanidad”

-No me vaciles, no es eso.

-Ya, lo decía en serio. No sé, Me cuesta comprender el mundo en el que vivo, tanto que constantemente pienso que es imposible. Que la complejidad de los procesos que han llevado en la actualidad al punto concreto en el que estamos es imposible de manejar mentalmente, es imposible siquiera acercarse a lo que ella quiere transmitirme, a lo que este momento de la historia me ofrece para poder desarrollar la función de mi vida.

-Sigue sin excusarte del compromiso que su existencia debería acarrearte. Aunque supongo que es cuestión de necesidades interiores, tampoco puedo juzgarte por ello.

-Ya lo estás haciendo. Suele ser costumbre del que se halla superior en cualquier aspecto moral o cultural intentar no lastimar verbalmente al que no llega a su nivel.

-Ya. Lo siento.


- También suele pedir perdón cuando su acto es claramente expuesto en el lugar común de la conversación.


- Vale pues entonces…¡ Siéntelo! “Ten ese corazón que siente las cuestiones que han degradado nuestra historia” No dejes que yo te tenga pena, no permitas que te sea superior en ello.


- La apatía roza el corazón de cada ser humano en cada movimiento e intento pese a todo que asi no sea conmigo, aunque no me atrevo a llamar a lo que me guía principios. Intento portarme bien con el ser humano, respetarlo en toda su medida como habitante del mismo basándome en lo que conozco de él y en el intento constante de conocerlo más mediante la empatización, por ejemplo. Soy consciente de muchos de los problemas, leo los periódicos todos los días y mantengo el espíritu abierto a cualquier información, la leo, la veo, la escucho. Reconozco que posiblemente vengan dados por esa complejidad de procesos ya comentada pero no puedo hacer más.


-Yo no hago más, hay un equivalente. Aun así prueba el acto concreto, hay muchas posibilidades para ello.


-Sí, tienes razón. Realmente nunca me he planteado seriamente una ayuda directa o programada por un ente mayor a mi persona.


- Pues plantéatelo a partir de ahora.


-Seguro que siempre has creído que eras buena persona.


-Nunca he dicho eso.


- Pero siempre lo has pensado. ¿Sí o no?

-Sí

- En el monólogo interior no suena ridículo repetírselo. Soy Attila

-Szinka

Un apretón de manos y una mirada de aprobación pusieron el punto final.

Attila subía las escaleras del 42 de Nagymezö utca. Llegaba solo, con sensación de satisfacción y habiendo disfrutado de las delicias del ser humano.

Tal como dijo él en su monólogo interior justo antes de iniciarse al placer del sueño:

“with a satisfied mind

martes, 23 de noviembre de 2010

Cuando se reinventa la apariencia.

Aquella noche las nubes se confundían con el humo de mi cigarrillo, volaban bajas y pasaban deprisa. Cuando se reinventa la apariencia es el viento quien dispone los punto y aparte. Así, buscarás entre las ratas y las esquinas de un armario con carcoma, entre las toallas sucias de un lujoso hotel y encontrarás la piel de un extraño, el sabor de un buen trago.

Las habitaciones ya estarán cerradas, cartas a medio escribir, velas consumidas, sillas perfectamente ordenadas, camas deshechas y alfombras abandonadas a imprimir su sello individual sobre el parqué.

Corramos pues a desatar los nudos, a procurar reflejo en los cristales y a sonreír con la lluvia, con la cercanía del río y con el olor a castañas asadas.


A deshora y destematizado me traes ideas para cinco o seis cafés. “Es lo de siempre -te atreviste a añadir- pero en realidad, ahora, quiero hacerlo de un modo distinto al habitual”. “Engañarme siempre te ha resultado muy fácil, sobretodo, si me hablas en pasado”, apostillé. Tienes que dejarlo ser para que, simplemente, sea.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Circularmente.

Clamante del tiempo rehúsa argumentos que resuenan ausentes y replican rugiendo.


Armonizan su estampa vidas sin invento en las que un cruel gesto en espiral coloniza los instintos codiciando ser el primero en la rifa de sucesos.


Nada, he existido.


De manera tonta van puliendo experiencias que albergan menudas y
corruptas reticencias, aúllan por prosperar, encubren por imperar.



Esperan brillando en la cima canciones esgrimidas de odio sin horror y
alegría sin sonrisas, las cuales, muy a su pesar, despliegan disertaciones sin acrecentar sensaciones.


Sí, he amado para encontrarme.


Relajadas en su prorroga constante brincan las turbaciones que no merecen ser comunicadas y son, son dueñas de su pesar, de sus sentimientos universales y sus historias particulares.


En fin,
Buscará otro mínimo resquicio por el que atacar en vano y luego se perderá.
Pero dime, respóndelo tú: ¿Quién no se pierde a estas alturas?

martes, 21 de septiembre de 2010

Como si no lo fuera

Expresa y no complace,
ni trata de hacerlo;

constata y no siente,
solo es un muro
donde resguardo mi peso;

explica y no enreda.

No vive sino en ti.

Qué podría yo
si en el momento
en que la engendro
ya no es mía.

Sinsentido sin ti,
y sinsentido
si no es motivo
de la necesidad.

Del puro egoísmo,
de la comodidad más penosa,
de un injerto, en cualquier piedra,
de un arbusto del jardín.

Que no trata de crear,
ni de vivir
si no es por ti;

pues de transmitir,
de comprenderme,
si no se halla otro modo.

Y si por sí misma creara,
inventara,
denostadla,
rehuidla,
aplastadla,
que agoniza,
merece morir.

Que sería mentirosa, bastarda,
y yo sería vejado
y tú engañada.

Y no busco velar ojos
sino ligar conciencias.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Poema inservible

Que por inocua torna espectral,
no por simple, más amena,
y por amorfa, siempre cortante,

pues la búsqueda de lo esencial,
sea en el gozo o en la pena

pervierte el anhelo espiritual
en un trozo de carne expectante.

Desolación,
a pesar del hálito
y la comprensión,

ansiedad,
con el rabiar del labio
de futilidad.

La desgracia
de compartir las mismas taras
y rehuir del alma,

la indecencia
de acomodar todas las olas
sobre un mar en calma.

Culpable o no de mi pecado,
no fue nunca un don querido,

y es probable que, si juzgado,
caiga en mi agravio lo que no he dado,
lo que no he sido;

solo ruego considerado
el que todo el amor negado
no fue jamás perro callado, sino alarido.

domingo, 22 de agosto de 2010

Vida, amor y sus mentideros

Digamos que el amor es vida. Enseguida me explico. Pongamos que el amor es ese impulso que te lleva a tener en alta consideración a cualquiera que sea el ente, correspondido o no, por una razón paradójicamente más o menos razonable, por el que se siente una atracción especial. Una sensación que provoca en tu organismo la, digámoslo así, necesidad de cuidar, el deseo de que no solo tu actividad te reporte satisfacción sino de que esta contribuya al crecimiento de la otra parte implicada en este dúo. Con este primer esbozo trato -no con mucha fortuna, lo sé- de no acercarme a una definición convencional del amor entendida con el paradigma hombre y mujer, hombre y hombre, mujer y mujer, hombre y animal o el resto de combinaciones amorosocarnales que queráis crear, eso ya lo dejo a las perversiones de cada uno. En definitiva, me refiero al amor en general, a adaptar ese comportamiento subconsciente al restante abanico de opciones de amar que se nos brinda en esta vida por la especial condición del ser humano.

Quizás eso es lo que nos diferencia, quizás eso es lo que es la vida. Filosofía barata, ya lo sé; por otra parte, resulta bastante práctica. Poner en juego nuestra integridad, nuestra cartera, nuestra vida social o nuestra salud mental en pro de algo que vemos como superior, y no se puede sacar de esta retahíla a -en mi caso particular- la mujer, pero... Pero tenemos una cuestión que abordar. ¿No es demasiado fácil amar a una mujer, demasiado obvio, demasiado instintivo, demasiado animal? Esto enlaza con lo que podría ser la pregunta principal -si es que la hay-, partiendo de que asumimos que amar es vivir y que amar a una mujer -me meto en una afirmación laberíntica por todos los matices que habría que apuntar- es como un legado o herencia perenne de nuestra ascendencia y naturaleza animal -lo que implica que concebir el amor más como irracional y físico que como lógico, algo es normal y para nada rechazable, al contrario-; por lo tanto, la vida que en teoría debería conocer y perseguir el ser humano, de acuerdo a sus capacidades y potencialidades, es la del amor a lo abstracto, a lo intangible, a las ideas, el conocimiento, a la búsqueda de aquello que nos es imposible alcanzar con el tacto de nuestras manos, solo mediante el uso -y disfrute, si no de qué serviría amar- del intelecto.

Es momento de retomar la primera parte, la que trataba sobre el amor. El amor nos hace cuidar, tener en alta estima, esforzarnos, destruir o reforzar nuestras ideas. El impulso. La pasión. Quizás el combustible que nos hace mover nuestras máquinas humanas, ese resorte imparable en el pecho, es el amor, es la vida, porque lo más importante de amar, de querer, es que tu yo cobra vida y se yergue en realidad, es que eres autosuficiente: haces, y no te hacen. Tomas el control, cuando haces algo por amor, del camino que tomas, decides; y, a pesar de las circunstancias, si es amor, sigues, mientras haya una posibilidad. Tú pasas, de algún modo u otro, por la vida, no es la vida la que te arrastra en su curso. Lo mejor de todo es que en ese proceso el crecimiento es recíproco, luchas por mejorar a la otra parte y a la vez esto te hace crecer, claro que en mayor o menor medida según tu elección y también según el punto de vista del que se quiera observar ese desarrollo -este crecimiento mutuo asimismo incluiría la relación amorosa normalmente entendida-.

Es sin duda una bellísima y estremecedora forma de ser egoísta. Porque en el fondo todo acto, aunque sobre el papel sea altruista, lo llevamos a cabo porque a nosotros mismos nos beneficia. Y que no se me malinterprete: el más desinteresado de los actos es egoísta porque al final eso nos devuelve una mayor satisfacción. También depende de los valores: si una persona es generosa, es egoísta prestando algo, porque el coste de ese esfuerzo lo cubrirá con creces la satisfacción de ayudar al otro. Entendiendo así el egoísmo, creo que nadie hace nada que no sea egoísta, que quebrante sus principios, por voluntad propia. Un avaro mandará a tomar por culo a quien le pida algo prestado.

No os preocupéis si esto se ha desviado un poco, yo mismo he perdido el hilo. A lo que iba, en definitiva: la capacidad de amar es un regalo precioso y desperdiciarlo en amar instintivamente, como animales, es de necios. Hay que amar a las ideas, hay que follarse a las mentes, que diría aquel. Y lo dice el que se come la cabeza por varias mujeres distintas cada semana, pero es que eso no puede ser así. No desdeño ese tipo de amor pero es una droga del bienestar, que nos encierra y nos limita, que nos reduce el mundo y los grandes problemas a un par de tetas pegadas a un tronco y a que si ahora deshojo la margarita y es que sí, y que si la vuelvo a deshojar y no te quiero y a llorar.

Por un lado, amar a una mujer, cuidarla y procurarle el mejor de los sinos, y si es posible, que te lo recompense -no sé si suena machista, espero que no, simplemente estoy siendo estándar, y la recompensa no son mamadas porque has traído dinero a casa-; por otro, amar la filosofía, estudiarla, perderte en sus malévolas elucubraciones, engrandecerla y alimentarla y que te haga crecer como persona. No sé si son compatibles, espero que sí, pero desde luego este verano he comprendido que la segunda debe primar sobre la primera, aunque en la práctica sea tarea ardua.

Sin embargo, a lo mejor el problema reside en mí y deberíamos olvidar lo que he escrito. El problema de que siempre necesito un argumento para cada acción, una razón para hacer; con un fundamento, por débilmente elaborado que esté, cualquier acto se justifica. Obviamente, hay escalas y negros, blancos y grises, pero así es para mí; y precisamente por ello, aunque lo acepto por su innegable -aunque escurridiza e inconcebible- realidad, el amor irracional está para mí por debajo de lo que sería amar la razón, el logos. Pensáoslo dos veces la próxima vez que queráis follar como animales.

martes, 10 de agosto de 2010

Él.

-¡Qué sosiego!- Exclamó.

La etapa estival había dado a luz a nuevos pareceres. Qué alegría más tonta materializar las posibilidades de reinventarse, poder cambiar esquemas mentales, opiniones o formas automatizadas que confundía, el pobre, con innatas. Ser capaz de pisarlas con descaro para welcomear nuevos pareceres, para habitar rincones muertos y túneles inservibles de su personalidad. Le resultaba alentador, incluso conmovedor según la estima y contemplación que tuviera o siguiera de sí mismo, lo cual no sé concretar todavía. Le empujaba a fantasear la siguiente parada, le producía inanición la sed de experiencias que almacenar en el álbum mental y el hambre de ser humano en formatos varios, idolatrando conceptos como aprender y desaprender por insaturables.


Paseaba por los lugares de los infinitos cruces de miradas y cuerpos que repiten destinos y orígenes en su monólogo interior mientras se debatía entre la cercanía y la lejanía que el contexto había interpuesto entre tú y el, yo y ellos, nosotros y vosotros, entre la posibilidad y la ofensa, entre todo lo que es pasado y le conducía a este ahora, despreciando y admirando por suerte o desgracia. De forma más sutil le producía una sonrisa o un vuelco al estómago el hermano gemelo de la emoción que le aterrorizaba y compartía un punto del discurso que proclamaba su enemigo acérrimo e ilusivo. Sin más ni más, apoyaba o descartaba acciones del mismo ser humano, o rechazaba y alababa la misma acción realizada por diferentes personas.


Señalaba corrompido al culpable de guardia varias veces por semana, aunque ya hacía tiempo que tras profundizar en diversas dudas existenciales había decidido autoculparse sonriente ( en varios puntos) y por lo menos, valga la consideración, no echarle el muerto a nadie, lo cual le exculpaba mucho sobre todo en el ensimismamiento.


Si tras tantos pensamientos destinados a aceptar o rechazar las bases de las que parte el momento puntual y el lugar exacto en el que le ha tocado vivir, con sus positividades, futilidades y negatividades, decidió aceptar e introducirse, formar parte de ello asumiendo los riesgos que produce firmar conociendo la pequeña letra cabrona. ¿ Podía pensarse mejor por creerse capaz de definirlo?

No.

Sí.

No lo sé.

Sabía que estaba dando por supuestas una serie de bases mentales desde las cuales avanzaba, bases propias y críticas, pero la mayoría de ellas solo podía argumentarlas hasta un punto, hasta que alguien demostrara consciente o inconscientemente que una de esas bases podría mejorarse, modificarse, eliminarse, difundirse… Él, desde tu postura de observador, sentía en constantes ocasiones que tras ver tal tenía que cambiar pascual, y que de él solo dependía, que nadie más entraba en juego al hablar de su mente. ¿Cambiaba? ¿Podía cambiar pese a rechazar, por ejemplo, algo que le parecía más lícito? o ¿Quizá algo que le parece más emocionante? , ¿Más verdadero? Si me apuras. Tal vez podría hacer que conviviesen, por el rollo de la riqueza o bueno, simplemente quedarse con la anterior pese a tener ya demasiadas dudas sobre la susodicha. Le preguntaba a su paisaje de turno si era factible, si la mente puede rescatar de la realidad pareceres que asimilar, si no era aconsejable guiarte en unos adoptados como válidos.


-¡Qué desasosiego!- Reclamó.

martes, 3 de agosto de 2010

Tres lugares por cada mundo

Hoy, sin motivo aparente, me ha parecido algo hermoso continuar este escrito que inicié hace ya un tiempo para dejar constancia de los tres lugares que más me fascinaron mientras viví en Zaragoza, cuando por fin me decidí a desvelar los secretos de la ciudad que me acogía. La diversidad que nos define hace que en poblaciones tan grandes haya rincones para todos los gustos y yo no podía irme sin vibrar con los míos.
Reemprendo este texto porque pretendo (aún a sabiendas de que las pretensiones son tildadas de etéreas) rastrear también los lugares que el mundo esconde para mí en otras ciudades, con ánimo de volver algún día a impregnarme de sus raciones de vida en pequeñas dosis o de que otros puedan hacerlo por mí.

De Zaragoza me quedo con el Teatro del Mercado, la Campana de los Perdidos y la Bóveda. Dos bálsamos para el alma y uno más para el espíritu.

La Campana de los Perdidos y la Bóveda ofrecían acordes en directo, jam sessions de música celta en el primer caso, de jazz en el segundo. Dos cobijos especialmente acogedores donde la imaginación, el deseo y el placer de los sentidos se desplegaban al unísono a modo de agradecimiento hacia aquellas personas que desinteresadamente ofrecían su arte y disfrutaban con ello.

Cantautores, clowns y humoristas de ambos sexos pasaban también, respetuosa y apasionadamente, por esa cuevita ambientada en el medievo que todas las semanas recogía además un ciclo de estimable nombre: poesía para perdidos, en la Campana de los perdidos.

De la Bóveda sólo llegué a conocer la singularidad de sus homenajes al jazz. Los domingos, ya de noche y tras las puertas de un albergue juvenil en la calle Predicadores, apasionadas y apasionados del jazz se reunían transformando el escenario y la bodega abovedada que lo circundaba en un tapiz embriagador que bien podría cobrar vida en una película de Woody Allen. Su estilo característico nos encandilaba sin concesiones: cómodos sillones negros, una copa en la mano y una atmósfera musical cuidada al milímetro que nos excluía por un tiempo de la vulgaridad.

Y, por último, el Teatro de la Estación. Lo reconozco, mi favorito y al que en más ocasiones acudí. Con los ojos cerrados cambiaba una entrada para el Teatro Principal, por muy principal y muy caro que fuese, por otra para este chiquitito templo de la actuación.
Allí, como en ninguna otra parte, actores y personajes pactaban con esmero tu rapto empático: sus miradas expectantes sacudiendo tu confianza, sus suspiros abordando los tuyos, un latir que ya no es sólo uno y que vibraba al ritmo de la carcajada o el desconsuelo.
Ansiosos esperábamos en el hall contiguo a que nos abrieran la puerta hacia un mundo ignorado que sería el nuestro por una hora, hacia una salita que si no conoce grandes obras, sí es partícipe del esfuerzo y la dedicación. Encandiladas por el deleite de la belleza más simple y familiar, corroborábamos nuestra admiración hacia esta profesión y alcanzábamos a comprender que es mucho más que eso, que es satisfacción sincera ante los veinte o quizá treinta espectadores que a duras penas conseguíamos apurar las butacas. Fuese un recital poético (Benedetti, Lorca, ¡qué pasión!) o ligeras comedias teatrales, nos dejábamos llevar por el gozo barato del espíritu libre. Y, de nuevo, la semana siguiente o a los dos días, una obra mejor, otro pálpito conmovedor. Si la vida es sentir, ésta rebosa en el Teatro de la Estación.

Como ya existen demasiados límites a nuestro alrededor, no seré yo quien ponga más y añadiré a estos tres lugares otros que ahora acuden a mi memoria. No puedo evitar citar las zonas arboladas al borde del río en las que tumbarse, si es posible en buena compañía, a observar el discurrir de un Ebro de apariencia apacible y fulgor escondido. Tampoco desmerece, esta vez en soledad, atravesar el casco viejo en un atardecer primaveral u otoñal, suave brisa y rumbo variable, los indecisos pasos dueños del camino. Un vagar que con suerte nos llevará a uno de los bancos cercanos al puente de piedra, para acabar navegando sobre él en una nube de ensueños y nuevos propósitos, aguas abajo el desánimo anónimo.

También en la fuente de la ciudad universitaria se vivía con la primavera un ambiente excepcional, adecentado por el vaivén de las guitarras y por las acompasadas voces de cantautores ocasionales. Y en otros círculos sobre la hierba, jóvenes estudiantes bañados por la luz de una época en la que, ciertamente, la sangre se altera.

Mi última mención para otros dos emplazamientos de inspiración artística: una filmoteca a la que rara vez acudí pero de entrada muy asequible y con ciclos de cine de calidad; y el auditorio de Zaragoza, con una sala polivalente en la que una vez al año se daba una buena oportunidad a incipientes grupos de pop y rock, y con la sala Mozart, tan impresionante en sus noches de óperas elitistas como al verse inundada por las bellas melodías de la música clásica. Hasta aquí algunas razones para soñar despierta.

Y a comer, al Laurel Espiritual ;)

P.D. No cobro comisiones en ningún caso.

miércoles, 9 de junio de 2010

TANGIBLE calor / Poesía intuitiva (poema nº 2)

Palpitan los párpados sin sonido,

por desabrigarte del sueño,

sin quererme dormido,

y mis venas recorrido y desacuerdo.


Y yo, dueño de la nada,

de balcón revertido,

lubrico mañanas

con aceite y destino.


Lastrar la vida despierta,

no más vueltas, girar sin veleta,

desechando poesía en tu envés

y arrodillar el deseo, de seda,

que ya no ves.

viernes, 4 de junio de 2010

Poesía Intuitiva (poema nº 1)

¿Cómo sería mi vida fuera de la realidad?
No sería nada.

¿Cómo sería mi vida fuera de la realidad?
Sería nula.

No habría tinta,
ni cuaderno,
no habría palabras,
ni versos,
no tendría tiempo,
ni deseos,
ni alma, ni pensamientos…

¿Qué cómo sería mi vida fuera de la realidad?

Sería algo y no sería nada,
sería cero y sería cientos,
sería mucho y muy poco,
sería todo y sería eterno…

¿Qué cómo sería..?

Sería libre y tranquilo,
no habría monstruos,
ni inquilinos,
sería todo lo que no se ha dicho,
sería algo desconocido…
sería…

¿Qué cómo sería mi vida fuera de la realidad?
No sería nada.

¿Porqué no arrugo entonces este papel
que apenas vale nada?

Porque no estoy fuera, porque estoy dentro,
porque no soy poeta, soy sentimiento,
porque no soy amor, soy viento,
que no estoy, que sólo siento,
que a veces vengo y a veces voy…
¿Qué cómo sería…? Desgarramiento…

No habría dolor,
no lo siento.
No habría corazón,
no habría aliento…

¿Qué cómo sería mi vida fuera de la realidad?
¿Qué cómo sería…?
No sería... no te miento.

lunes, 31 de mayo de 2010

Hilos diáfanos.

“Mírate ahora”, dijiste. Mi pecho bramaba, y se rasgaban mis interiores por el rugir de tu garganta. Doscientos intersticios para mí. A ti te servían tres, dos que te dotaban de vida y otro con el que estabas dispuesto a aniquilar las ajenas.
Miles de flechas atravesaron la estancia. Su filo, desbastando el oxígeno, era la representación perfecta de todos tus ideales, tus disimulos y falacias. Pero los portones de verduzco roble volvieron a abrirse y ríos de sangre se desbordaron gota a gota por la roñosa escalinata. Te advertiste, por fin, ahogado en tu charco de premeditaciones, de monomanías y calumnias. Se delineó entonces una preciosa circunferencia, te rodeó, coagulada e intensa. De ella pretendiste deshacerte, pero otra vez, no pudiste. Te desbarató, y todos en la sala te observamos y apuntamos con nuestras lanzas hacia tu estómago, no obstante, solo reímos.
Hizo presencia el viento huracanado. Con él se presentaron tus despechados cómplices, la burla y el griterío. Sin embargo, rudo el capitán, arrió las velas. Prefería impregnarse de espesa sangre que sentirse impulsado, manejado por aquellos que le aborrecían. Sentiste pánico y tu destartalado cráneo se lleno de recuerdos. Se encendió al tiempo el proyector de la memoria, y te conociste una y otra vez, escenas equivalentes, condiciones simples, que redundan para siempre. Buscaste los hilos que te relacionaban con aquella cruz de madera, mal encolada, pero que subyuga y empalaga. Mostraste al público tus órbitas inmaculadas para alzarte y gritar: “¡Marioneta!”.
Con tu aullido el tejado se dividió, y se recogió bajo las aguas de la pertinaz lluvia. El recién inaugurado espacio no dio paso a más sangre, sino a vómitos y desesperanzas.
Se disipó aquel hedor y una extensa y consumida rama, cargó el cincel y el martillo. Se dispuso a taladrar los muros con su pulcra grafía, a agujerear tu cabeza. “Disfraces de vida, marchan, respiran e incluso lloran y ríen, pero caen solas, se desmoronan solas. Lucen pecho y actitud, erguidas con desdichados hilos, translucidos para el dueño, diáfanos para el esclavo”.
Los pies se te habían enraizado al suelo. Lecho que cabalmente enlosaste, que tan eterno y fiel creías, te falló, como tantos otros. Se impregnó de ti, de tus truenos, tus susurros y mensajes. Solamente quiso aprender de ti y desecharte.
Cayó entonces la última hoja, señora de todo lo lóbrego. Recogió los escombros y la escoria del lugar, te engulló a ti y nos masticó a nosotros. En último lugar se frunció sobre si misma y la oscuridad reinó.

domingo, 30 de mayo de 2010

ESBOZO DESESPERADO

Creo en la esperanza por ser lo último que se pierde, pues qué hay más que me dé esa seguridad.

La sospecha, además envolvente, es recurrida, mas yo sospecho de esa.

La negrura es epílogo, mas yo no la oteo en la techumbre,
me sostengo en su zócalo.

La caída es hacia abajo, mas yo me apuntalo,
aunque deje una estela de encabezonada sangre y roja locura.

Emergeré sin aire, ahogado y exhausto de un vaso medio vacío.

Me agarraré a lo eficiente del tópico, me haré aliado de la lozanía,
y enemigo del ateismo estival.

Para mi el erigir el alma, es el atisbo de un haz de albor,
la belleza salvadora, el arte dardo de futuro.

Y el ensueño los raíles del sueño, y la vida vereda hacia la vida.

ENTES PRIVATIVOS

Dispara los pesares cochambrosos, el deseo refrenado y la cruda impotencia apuntando como lejos a tu sombra. Es un paraíso malvado y astuto donde reside la aprensión, es el mismo que añora un atisbo de luz exterior que rescatas y sueltas diariamente. Enciérrate, coloca rejas infranqueables e intensas, tapa toda la celda con el pavor de tus sueños más vergonzantes. Parajes insospechados en rincones de ensueño que seguirán perteneciendo al estremecimiento particular. Échale cara y presume con la faz que prefieras de tu propia debilidad. Arranca, esgrime y lamenta.

¿Los sientes verdad? Los sientes a todos desfilando y tropezando del juicio al blanco de tu pecho, gatean adormecidos, trepan vivaces, dan volteretas laterales y remontan hasta la piel para entumecer el suave vello. Cada uno con su ritmo, melodía e intensidad. Nunca dejarán de marear (alivio y pesar) por mucho que los manifiestes por diversas vías, aunque explores concienzudamente para describir su esencia, transformarán su imagen y su fondo cuando estés apuntito de llegar, con un pelín de tu propia ayuda. Así desbancan o desbancas el aburrimiento y de tal manera prolongan o prolongas eternamente el egoísmo.

Una vuelta más que el narrador omnisciente en tercera persona, todo lo que nos salva, lo que hace perdurar el individualismo, lo que grita en silencio, y piensa, insulsamente, que no implora ser extraído. Demarcación pedante, refugio acolchado y punzante, el único lugar en el mundo donde pedir auxilio no acarrea una ligera repugnancia y debilidad hacia el propio yo.


¡Débiles de corazón!
¡Empatizadores!
¡Apostadores de la transferencia por propia necesidad!
¡Desafiantes del atrevimiento interpersonal!
Habéis decidido ir dejando cual migas de pan parte de vosotros en este caminito ¿Olvidáis la aversión?¡ Tened cuidado! Las consecuencias son más que terribles, os exponéis a compartir, consultar, aprender y trascender. En ocasiones oigo vuestras aliviadas voces comentar que la veta privada tiene una grandeza, y al convertir en pública parte de ella, no desaparece su riqueza, sino que conforme es liberado aquello que agoniza reconstruís el resto de los componentes y el avance es destacable. Pero no os creo, nunca os creeré. Arriesgáis, os retáis ante un lúcido espectador, no saldréis airosos. Yo no soy uno de los vuestros, es imposible que me rinda a la confianza, yo que albergo consciente mi fortuna inmaterializable. En el marco de aullidos sigilosos he de seguir reformando lo que no he usado para repercutir, aun me quedan mil y un recursos superficiales, no los desaprovecharé de manera tan humana.



El exclusivo y natural mundo interior. Doloroso sin dilación, envidioso por excelencia, ególatra por definición, incógnito pero intuido por los lúcidos. El pobre es acunado en las circunstancias, señalado con admiración y curiosidad por unos cuantos, enmarcado en la trivialidad por otros muchos, estipulado ignorantemente por otros tantos.
Aunque despreciable al atisbarse tiene una preeminencia clara y concisa: es una indagación insaciable.


jueves, 27 de mayo de 2010

Solamente per pensare

Tecleo porque quiero reemprender el camino de la euforia sobrellevada. Es producto de la fiebre, ya lo intuyo; de una excitación amarga que adormece mis conexiones neuronales. Siento anestesiadas mi inocencia y mi cándida pretensión de racionalizarlo todo, mi mesura y mi sentido de la responsabilidad. Escribo porque quiero despojarme de algo y al no tenerte a ti, te invento en mí.

Antes de dar comienzo a este juego para niños nietzscheanos tenemos que aseguraros de disponer del equipo necesario: 1) aturdimiento provocado por la necesidad de ahondar en una infinitud de pensamientos inconexos, 2) cierta pasión por enfrentarme a dudas acechantes que me considero capaz de apaciguar, más 3) la pequeña dosis de egolatría que acompaña a aquella que escribe pensando que quizá alguien, algún día, pueda estar interesado por leerlo.

A mi antojo traigo a colición unas ideas probablemente inocuas. Me protege la excusa de escribir para mí. No obstante, desvelaré ya mis humildes intenciones para no tener engañado entre palabras al posible lector: en este curso universitario por el cual las campanas comienzan a redoblar, he asimilado un valioso aprendizaje que, a riesgo de ser cargante después de tantas conversaciones al respecto, he querido metaforizar en este texto, como recuerdo y homenaje a estos días de filosofía y humo, pero ante todo, como estímulo imperecedero. Hago alusión a una actitud existencial basada en el repensar, es decir, en no cesar de aprender pero tampoco de cuestionarse lo absorbido. Asentar, pero sin negar nunca la vulnerabilidad de las propias ideas.

Situaré el desvarío. Se trata de una sala con puertas y ventanas coloreadas emulando a la de aquella niña de vestidito azulado que en su propia imaginación se construyó un país. Pues bien, el acceso a la cueva se da a través de las ventanas. Ventanas innumerables que exigen un pensamiento orientado aunque simple y que a estas alturas ya no es demasiado complicado atravesar. De hecho, si yo estoy ahora en esta cueva dispuesta a correr hacia una puerta dibujada es porque ya me he impulsado sobre el alfeizar de varias de ellas, tentando a las convenciones disfrazadas de verdades que tratan de dar cuenta de la libertad, la felicidad, el bien y el mal, las relaciones interpersonales, la naturaleza humana o nuestra identidad, el amor o la muerte. No pretendo enaltecerme, pero de este modo he ido encontrando cuevas que son refugios y, sin embargo, quiero más. ¿Alguien me sigue?

La cueva en la que nos hallamos es uno de esos lugares de una argumentación bien estructurada a los que se arriba tras varias reflexiones con una misma, en compañía o ambas. Pensamientos elaborados en torno a los múltiples ámbitos por los que divaga el pensar humano. Es un éxito, has buscado la cueva y encontrarla te da aire y te tranquiliza.

Sin embargo, lo más dificultoso es seguir adelante, rasgar la badana para expandirse en un proceso de fricción-cimentación. Estás por fin a cubierto tras la tempestad: amigos, libros, cierta confianza, una película, una borrachera, una guitarra. Ser capaz entonces de ir atravesando las puertas pese a dejar atrás esta comodidad, con calma y cuando así lo pida el alma, es absolutamente enriquecedor. Es allí donde comienza la verdadera aventura, en el reto de cruzarlas y dejar vagar sin rumbo a las emociones y al raciocinio. Ante las conclusiones-cueva propongo la deconstrucción, pero no el vacío, no confundamos. Sólo apuesto por la duda porque las cosas se comprenden mejor si vienen de uno mismo y, además, siempre está el orgullo de sentir que disientes, que rechazas, tomas, modificas, alteras, creas. A tu gusto.

Tamaña parrafada metafórica para llegar a algo que ya sabíais y que podría haber comentado en cuatro líneas. Disculpad mi osadía. Me he aliado con las palabras y he olvidado al lector. La ventana, la cueva, las puertas, son solo una excusa para hacer un análisis de una estructura mental imaginaria. Son, después de todo, una llamada a la autonomía crítica, una lanza rota en pos de la filosofía.

martes, 25 de mayo de 2010

PROMISCUA EMBOSCADA

A Euterpe.

Yo voy por las agradecidas hileras discontinuas del amor que ya no es mito.

Y en el cuerpo, refugio indómito, busco la tristeza opaca de tus lunares.

Desde ahí, veré resbalar el deseo en toboganes de cinc oxidados.

Yo construyo extrapoladas letras para jardines,

donde aniñados duendes vomitan su barullo.

Ahí dejaré el misterio, el robo, el tiempo y el espacio, de mi afónico eco;

la sin final aventura de los versos, de sus infinitos y eternos huesos.

O volver de nuevo a tu cuerpo,

y empezar otra vez desde cero.

Donde calaveras impacientes esperan revertir en pedazos de aroma los extraviados rayos del Sol.

Pues sobrevivir en tu mirada es la más promiscua de las emboscadas.

domingo, 23 de mayo de 2010

Descomposición.

Otra vez, punto y aparte. De nuevo el eco de los cañonazos en nuestras retinas.
Centrifugamos nuestras manos, soltamos las hebillas con las que nos amararon al espacio, dos débiles hebras de falso laurel que nos distanciaban del tiempo.
El inicio de cada frase fue siempre aniquilado por los gritos y el llanto. Dimos paso a un final molesto, que buscaba un pulcro vehículo para marchar, que desfilaba entre piernas amputadas y colmillos desgarrados. Salió corriendo para darse de bruces con la arena y con la nieve, con el júbilo y el desamparo.
Otra vez, caímos. ¿Lo recuerdas? Fuimos mil, trece millones, treinta llamas. Malvivimos recomponiendo las brasas de la gruta y la plata de la armadura.
Todo se resquebró, se deslizó hacia el fondo, abismo monocromo que gime y sangra, que calla y espía. Allí la desesperanza no estaba al alcance de todos. Créditos sin provecho alguno, gozosos de resbalarse entre los dedos, descendían en diagonal, ¿lo recuerdas? Del sur al este, desde el metal a las sienes. Otra vez, alaridos en el prado, fortuna en el lodazal.
La abeja, muda y ciega, alimentaba al chacal, verdugo, que nos acunaba en su manto de alquitrán. El brutal púrpura desdibujó la trampilla, la llave apareció entre sesos putrefactos y su mano, sin concesiones, la rescató del minuto y del angosto verano.
"¿Saltamos?", dijiste. Otra vez, el aliento, se fagocitó.

viernes, 21 de mayo de 2010

Expiad mi existencia

Hoy me quedo del lado de los perdedores. Ahí todavía la lucha aspira a lo esencial. Ahí donde habita el padecimiento eterno. Sus voces y sus sonrisas pretenden liberarse de un lastre predeterminado que nunca sufragaron. ¿Cómo no acunar sus deseos? Hoy mi ser reclama quedarse en esta acera y dar rienda suelta a la cómoda mirada escrutadora. Anhelando compartirlos y compartirme todo el tiempo que el gerundio ose permitir.

¿Dónde me quedo yo sin la certeza de vuestra existencia? No. Nunca desapareceréis. No existirá tal milagro. Sois demasiados, innumerables. Hoy os establezco como mi necesidad, y me tumbo en vuestra orilla. Convidemos y procuremos olvidar que no nos pertenecemos sino en la medida que nos permite este factible intervalo. ¡Si supierais el insuflo de vida que sopláis en mi persona y el inabarcable halo de savia que ofreceríais a los disipados ganadores!

Hoy pierdo. Quiero adentrarme en vuestra mirada esperanzadora, en el lamento que os aqueja, en la aflicción y el deleite de vuestros corazones, tan válidos y tan ocultos. ¡Qué osadía! Posicionarme a través de meras palabras que todo y nada saben del colosal sufrimiento de la humanidad, esa desazón inmensa que solo puedo sentir a través de vosotros, los que todavía no os habéis salvado. Conjuguemos las infinitas posibilidades para unirnos en diversos emplazamientos y finitos tiempos, consentirme nuestra alianza indefinida pero obligatoriamente. Sin la certidumbre de nuestro trato se hunde la felicidad y expectativas de mi futuro.

Os entrego mi redención redireccionada desde el bienestar, os entrego absolutamente nada presumiendo de su valor. ¡Ilusa, ilusa, ilusa! Permitidme que la superioridad que reina en cada acto de bondad sea destronada instantáneamente.

Mis tempranos nuevos tiempos (Poema 1º)

Ocaso del viento del pueblo;
llegó la calma a la tierra,
llenó de polvo el tiempo.

Se quedó la voz mermada,
de beber aburrimiento,
de sopor una camada
nacida de sus adentros.

Atrás el corazón atento
para atisbar investidas.
Atrás calor y aliento,
Atrás el lidiar con miras.

Ahora sólo el invierno,
de hielo son las salivas,
los edificios sombreros,
y el cielo ya no se avista.

Qué gracia tendrán chilindrinas,
si tiene cosquillas lo serio,
y son de misterio sonrisas.

Qué nueva traerá lo nuevo,
si ni los pliegues se arrugan,
ni se inauguran recuerdos.

Por qué se acurrucan liendres
y busca ventisca agujero,
si no hay lluvia que ahogue,
sólo hay flor, sólo tiesto.

¡Qué amanezcan farolas!
!Qué sin palio ni miedo,
llegue la noche tan sola!

Qué ni tú eres más que el hoy,
ni el hoy es más ahora.
Ni el verde es verde ya,
ni la esperanza su alfombra.

¡Coge rauda los disfraces,
agáchate y conjetura!
!Maquilla tus malestares,
vístete y deslumbra!

Mis tempranos nuevos tiempos (Poema 2º)

Hoguera del ayer,
calienta aquí a mi musa,
cuéntame que fue del Sol
de las bélicas andaduras.

Qué fue de los largos paseos,
qué fue de la luna luna,
qué fue del surcar el Egeo,
en trincheras de amargura.

No quisiera para mi la tortura
ni la muerte de vecina,
antes negar la aventura,
que pisar la rojiza.

Más aquí un bramido desesperado,
de quien peina su ignorancia,
con el peso de un arado,
de quien no mide la desgracia,
de a quien le faltan años…

Pese a ser consciente de nombrarlo,
nunca he temido al castigo.
Al impertinente e indomado,
llamarle por todo el indigno.

Pero aguarda rivera del beso,
no me apresuro si proclamo,
que le falta montaña al ascenso,
que yo he iniciado sin manos.

Y que por recordar no quede,
hubo coraje y motivos,
que ensalzaban al veinte,
y que hacían el camino.

Dónde buscar los ijares,
conexiones del aire y el trigo,
dónde aceitunas y panes,
dónde la prosa y estilo.

Dirán que tonto por los celos,
por querer respirar ese estío.
Por llenar de los hechos sus versos,
hasta al más infeliz envidio.

Pues ya no hay poesía de verás,
y sin ella mi pecho es desierto
porque a un corazón de poeta
le precisa latir con su tiempo.

Teatro en mí

"Quiero hacer teatro porque quiero hacer algo por mí y por los demás. Quiero hacer teatro porque creo que sirve para comunicarse entre los seres humanos, porque creo que puede ser un camino hacia el entendimiento y hacia la comprensión. Por eso." ...dice Alfredo en la película Noviembre, de Achero Mañas...

Quizá hoy más que nunca, después de la última fiesta, pueda responder a aquella primera pregunta: “¿qué es el teatro para ti?”

La riqueza de este teatro que hoy vislumbro es esencialmente ajena al objetivo final de la representación pública. Es innegable la increíble satisfacción que implica el saber que estás haciendo pasar un buen rato a unas personas que, por muy alejadas que estén de ti, se entregan y te lo agradecen, en una suerte de favor común, de unión y comprensión en torno a la belleza imperecedera del compartir sonrisas.

Pero, pese a esto, la mayor recompensa se halla en el recorrido previo. Es atravesar una y mil veces los bastidores y seguir sintiéndote cómplice de un espacio y de un tiempo que han perdido su sentido original por defender lo efímero frente a lo sedimentado y lo pautado. Lo haces mejor o peor en función del grado en que consigues meterte en el papel y hacer creíble tu personaje, pero tú eso no lo acabas de saber; sólo ves continuar el espectáculo sintiendo que formas parte de algo maravilloso. Y todo esto adecentado por un compañerismo sorprendente: honesto, vivo.

Más allá de estar representando una obra del s.XVI o unas sencillas variaciones teatrales, lo realmente valioso para mí es la labor personal, el orgullo de ser capaz de ahondar en una misma y obtener mejores frutos. Al nivel en el que nosotr@s lo hemos disfrutado, el teatro es un mundo paralelo en el que sumergirse, explayarse y dejarse llevar por lo más sincero, lo más puro que tira de ti desde dentro. Es así porque te fuerza a la empatía más libre, la de un personaje que en gran medida es construido por ti a partir de un otro.

Dicen que el teatro es la vida más intensa o que es vivir dos veces. El teatro para mí es un ambiente en el que la vida cotidiana, con sus innumerables cargas emocionales, queda aletargada. Te sumerges en una burbuja permeable a un intenso autoconocimiento, a un aprendizaje de sí y de las demás personas que no puede darse en ningún otro ámbito. Y esto porque el teatro tiene la fuerza de hacer brotar descontrolados los sentimientos. No hay freno para los estados de ánimo cuando se te pide que frotes la piel que con tanta fijeza y seguridad se ha adherido a ti. Y es precioso, a mi modo de ver, este ir más allá que siempre acababa con una sensación de plenitud, más o menos eufórica, o con un ilusionante “la próxima vez lo haré mejor”. Franqueza, emoción, disfrute pleno y sencillo. El ser humano...es maravilloso.