martes, 23 de noviembre de 2010

Cuando se reinventa la apariencia.

Aquella noche las nubes se confundían con el humo de mi cigarrillo, volaban bajas y pasaban deprisa. Cuando se reinventa la apariencia es el viento quien dispone los punto y aparte. Así, buscarás entre las ratas y las esquinas de un armario con carcoma, entre las toallas sucias de un lujoso hotel y encontrarás la piel de un extraño, el sabor de un buen trago.

Las habitaciones ya estarán cerradas, cartas a medio escribir, velas consumidas, sillas perfectamente ordenadas, camas deshechas y alfombras abandonadas a imprimir su sello individual sobre el parqué.

Corramos pues a desatar los nudos, a procurar reflejo en los cristales y a sonreír con la lluvia, con la cercanía del río y con el olor a castañas asadas.


A deshora y destematizado me traes ideas para cinco o seis cafés. “Es lo de siempre -te atreviste a añadir- pero en realidad, ahora, quiero hacerlo de un modo distinto al habitual”. “Engañarme siempre te ha resultado muy fácil, sobretodo, si me hablas en pasado”, apostillé. Tienes que dejarlo ser para que, simplemente, sea.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Circularmente.

Clamante del tiempo rehúsa argumentos que resuenan ausentes y replican rugiendo.


Armonizan su estampa vidas sin invento en las que un cruel gesto en espiral coloniza los instintos codiciando ser el primero en la rifa de sucesos.


Nada, he existido.


De manera tonta van puliendo experiencias que albergan menudas y
corruptas reticencias, aúllan por prosperar, encubren por imperar.



Esperan brillando en la cima canciones esgrimidas de odio sin horror y
alegría sin sonrisas, las cuales, muy a su pesar, despliegan disertaciones sin acrecentar sensaciones.


Sí, he amado para encontrarme.


Relajadas en su prorroga constante brincan las turbaciones que no merecen ser comunicadas y son, son dueñas de su pesar, de sus sentimientos universales y sus historias particulares.


En fin,
Buscará otro mínimo resquicio por el que atacar en vano y luego se perderá.
Pero dime, respóndelo tú: ¿Quién no se pierde a estas alturas?