Aquella noche las nubes se confundían con el humo de mi cigarrillo, volaban bajas y pasaban deprisa. Cuando se reinventa la apariencia es el viento quien dispone los punto y aparte. Así, buscarás entre las ratas y las esquinas de un armario con carcoma, entre las toallas sucias de un lujoso hotel y encontrarás la piel de un extraño, el sabor de un buen trago.
Las habitaciones ya estarán cerradas, cartas a medio escribir, velas consumidas, sillas perfectamente ordenadas, camas deshechas y alfombras abandonadas a imprimir su sello individual sobre el parqué.
Corramos pues a desatar los nudos, a procurar reflejo en los cristales y a sonreír con la lluvia, con la cercanía del río y con el olor a castañas asadas.
A deshora y destematizado me traes ideas para cinco o seis cafés. “Es lo de siempre -te atreviste a añadir- pero en realidad, ahora, quiero hacerlo de un modo distinto al habitual”. “Engañarme siempre te ha resultado muy fácil, sobretodo, si me hablas en pasado”, apostillé. Tienes que dejarlo ser para que, simplemente, sea.